PACTO DE SANGRE

By María García Baranda - diciembre 19, 2015



Siempre supe a dónde pertenecía con meridiana claridad. Dónde debía estar en cada preciso instante. Y dónde me sentía como en casa. Era justo el lugar en el que al mirarme a los ojos de la gente me reconocía a mí misma. Ni un solo rasgo distorsionando, ni un solo valor impalpable, ni un solo pensamiento incomprendido. Un espacio en el que ninguno de mis valores se veía difuminado, ni ninguno de mis defectos magnificado. Eran y ya. Humanos, naturales, limpios. Podía claramente pensar en voz alta, reír sin freno y llorar dramáticamente. Pero ser yo misma, al fin y al cabo.
Y hubo un tiempo lejano ya en que llegué a perder esa clarividencia y me perdí. Pataleé por defender mis verdades hasta caer sin fuerzas. Peleé con vehemencia, grité y luché. Y no lo conseguí. Opté inconsciente por variar el rumbo. Y me extravié en una maraña que enredada en mi cuello me extraía bruscamente de quién soy. Y borré mi silueta en pos de lo que suponía un bien mayor, de mantener la armonía y de no ser egoísta. Me conformé. Y me equivoqué infringiéndome un daño inmenso.  
Sin embargo, envuelto en una especie de milagro, abrí mis ojos y me di cuenta del despropósito: me había olvidado de quién era yo. Y asumí como propia la culpa del mismo. Tardé en hacerlo, eso es cierto, pero alcancé de nuevo el juicio. Perdí el pudor de decir en voz alta cuanto de bueno hay en mí. Y me juré a mí misma no volver a perderme nunca más. No conformarme, no volver a entregarme a ese verbo que aborrezco. No empequeñecerme. No quedarme en brazos de la nada, sino lanzarme a aquello que me hacía más grande, que me impulsaba a diseñar la mejor versión de mí misma, me hacía crecer y me daba mi sitio. Me lo juré a mi misma con un pacto de sangre, aunque para ello tuviera de descender a los infiernos una y otra vez. Y es dicho juramento una cuestión vital para mí: jamás te conformes con lo que no te hace sentir plena. Nunca te des a nada ni a nadie que no va a beber de ti la totalidad de tu líquido elemento. O tú o nada. Porque si tienes que apagar parte de tus sueños, será un boceto apócrifo lo que estés entregando y volverás a vivir donde habita el olvido.

(Creo que es por eso que me enamora de tal modo la gente auténtica)







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