BAILA LA VIDA

By María García Baranda - octubre 10, 2016

    La vida es un baile constante de emociones. Un giro eterno sobre la cuerda floja del invisible equilibrio que pretendemos. Idas y venidas de momentos caducos, rememorados unos, renacidos otros, olvidados algunos.
   
 Una vez que conozcas los pasos que hay que dar, no te detengas nunca, no te enfríes. Si acaso siéntate unos momentos para retomar aire, recuperar aliento y ya con fuerzas, regresa al escenario, pero vuelve. Gira de nuevo, salta, detente frente al foco, eleva el brazo y siéntete volar. Siente tu cuerpo, escúchalo con calma y hazle caso, porque él es quien te lleva y no querrás que pare, ¿no es así?, que detenga su danza.
      Aprendemos con saña, con dolor y caídas en cada pirueta. Pero ahí permanecemos. Cada vez que he vivido una historia convulsa, que me ha abierto en canal, he vuelto al escenario. Y nunca sé ni cómo, ni porqué, no sé de dónde saco ya mis fuerzas, pero miro mis pies aún sangrando y me digo que con ellos di el paso, el que marca la vida. Y me recuerda así cada magulladura que en cada salto, en cada viejo paso, puse todo mi yo, mi vida auténtica. Y con ello aprendí. Y no olvido la música, ni el ritmo que marcaron mis pies. 
   
   Podrá costarme sangre, tal vez. Esfuerzo y hasta lágrimas. Que me hice ya hace tiempo la muy firme promesa de no salir de nada con las manos vacías. Con marcas, sí, tal vez. Y con alguna herida. Pero juro y perjuro, por la fuerza inherente que me acompaña el alma que hice, que hago y que haré porque en cada momento yo prosiga mi marcha repleta de enseñanzas, de lemas aprendidos, de trucos dominados y de saberes varios. Podré salir yo sola, en apariencia. Pero jamás vacía. Eso lo juro. Que no vine a este mundo a cometer errores repetidos, sino a enmendar los viejos, a explorar otros campos, a seguir el camino, y así, descalza, sin cuerdas ni ataduras, continuar el baile para no perder nunca mi equilibrio. ¿Y ese miedo a caerme? Ese es continuo, a qué negarlo. Pero vivo con él. Me paraliza a veces, me desvía otras tantas. E incluso me confunde. Pero aquí sigo. Bailándole a la vida, hasta que el cuerpo aguante.








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