PESADILLAS

By María García Baranda - noviembre 20, 2016

   


Tim Burton


    ¿Alguna vez habéis soñado con eso de estar caminando por la calle y darte cuenta de que estás completamente desnudo? Sé que es un sueño muy repetido, y la verdad es que yo no lo he tenido exactamente asi. Sí recuerdo haber soñado hace años ir por la calle con un simple albornoz, provocándome la sensación de sentirme incómoda. Pero pensándolo bien, a la vista de esos sueños me doy cuenta de que mi preocupación nunca ha sido el sentirme expuesta en exceso -para muestra este blog-, sino el de resultar inadecuada, interpreto yo. Todo esto que os cuento viene a colación de que precisamente esta mañana de domingo, esta mañana que comenzó con un desquiciante viento Sur que ha traído lluvia a su espalda, la he comenzado pensando en los sueños recurrentes. Todos soñamos a diario, todos nos llevamos el día a día a los sueños y todos tenemos en ellos, bien atrincherados, nuestros temores y nuestras fuentes de preocupación. Lo recurrente es lo verdaderamente preocupante y lo que requiere una atención especial.  Si sueñas constantemente con que te caes, es que te sientes profundamente inestable en tu vida. Si sueñas con salir desnudo a la calle, es que te sientes vulnerable. Si sientes que te persiguen y no puedes gritar, es que no te ves capaz de defenderte y salir de las posibles amenazas a tu tranquilidad y a tu vida. Pero si uno de estos sueños o cualquier otro se repite, préstale mucha atención porque el asunto es prioritario.
    ¿Y qué me decís de las pesadillas? Dejando a un lado las causadas por un malestar fisiológico, las que captan toda mi atención son las que suponen una reacción psicológica. El miedo y la angustia llevada al momento del sueño, cosa lógica. Dormidos sí, sin actividad cerebral, no. Pues bien, en ese momento ponemos en escena lo vivido la noche anterior. No hay ni más dobleces, ni más explicaciones, mas que el hecho de que nuestra angustiosa vivencia nocturna es dramatizada, escenificada y representada durante el sueño. Reinterpretada incluso. Compleja nuestra mente y generadora de malas pasadas, también. Una conversación, un hecho o incluso tus conclusiones tras ello son suficientemente potentes para generar una pesadilla. Precisamente, esta misma noche yo misma he tenido pesadillas. Dos, a falta de una, pues me desperté angustiada con la primera y al volver a dormirme tuve la segunda. Esta mañana podía recordarlas perfecta y nítidamente y el resultado no es otro que el de tener la sensación de que me ha pasado por encima una apisonadora. Seguramente sabéis qué sensación es esa. Y es que en mi caso, en esta vivencia subconsciente de hoy, me he dado de bruces con lo que para mí son dos grandes miedos y gérmenes de inseguridad. Uno concretado en una situación específica, con espacio, tiempo y personajes; y la otra algo más general, pero de temor y pena fácilmente identificables. La sensación de hoy no es nada agradable, la verdad. Pero así es la vida. Todos tenemos compañeros de piso indeseables, que van y vienen como les sale de la peineta, y que son los miedos. Grises, arrugados y feos; chillones, repetitivos y muy, muy crueles. Pero con una figura impoluta en contraste, brillo, tono y nitidez. Ahí están, ávidos de alojarse en nuestro cerebro durante la noche. Para que no te olvides de ellos. ¿Y qué hacer? Dicen los psicólogos que la clave está en crearnos un guión alternativo antes de dormir, un guión que termine de manera menos angustiosa. Y la idea está muy bien, porque las pesadillas hay que combatirlas y anularlas. Y seguramente, desde el punto de vista de la psicología del inconsciente resulta efectivo. Pero es que a mí no me preocupa el hecho de soñarlo o no, sino el hecho de que esas ideas y sentimientos estén alojadas en mi cabeza, en mi consciente. Y lo que es más, el hecho de que sean hechos reales en mi vida. Yo no quiero cambiar mis sueños. Lo que yo quiero que cambie es lo que me angustia en la vida real. Que no sea verdad. Que no suceda. Y así, ya veréis como dejo de tener esas pesadillas.



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