POESÍA Y PRIMAVERA

By María García Baranda - marzo 21, 2017








    21 de marzo y llega la primavera. Lluviosa aquí en el Norte. Como lluviosa es tantas veces también la poesía. Esa cuyo día se celebra hoy también, en un intento por unir la llegada del equinoccio con el canto de los sentimientos más íntimos. Porque no hay voz más oída, más necessria, más aguda, ni más desgarradora que la que clama aquello que sentimos en nuestro yo más íntimo.

    21 de marzo y solo miro. No hablo. No concluyo. No razono. No digo. Trato de no pensar aquí sentada y en silencio. Respiro aire con calma, hondo, muy hondo, y mantengo a raya el pulso de mi piel. ¡Shhh, no hagamos ruido, que no chille de rabia! Observo así, por tanto, y busco allí en la calle una muestra del día. Y hoy no hay sol. No hay luz. No hay calor, ni hay flores. No hay ninfas bailando alrededor, ni hay sonidos de cascabeles, música o canciones. A veces la primavera viene gris para ahogarnos a ratos. Hoy es un ejemplo.  No parece que exista, no parece que hable ni que cante, que celebre ni se sienta feliz, pero escondida espera su momento. ¿Y poesía?, ¿hay poesía? De esa sí que observo. No se puede evitar. Si me paro a buscar, bien sé que toda yo me encuentro llena de poesía, porque plena me hallo de sentimientos más fuertes que yo misma. Y a veces vencen la batalla. Y hay desgarro, y hay miedo. Hay amor y hay dolor. Hay rabia y hay desdicha. Y sonrisa y ternura. Y lucho por tocar la primavera y es costoso el ademán. Es esforzado. Pero hay poesía, no lo duden. En cada esquina, en cada mueca, en cada grito y cada palabra. En cada latido, cada reproche. En cada lágrima y cada recuerdo que nos conmueve.
    Hay poesía en mí. Y en ti también hay poesía. Aunque la primavera hoy haya comenzado lloviendo a mares, llorando a mares. Para desahogar el alma de noches sin sentido, de peleas sin juicio y cuchilladas con los ojos vendados. Ese será su cometido. Por gris que haya venido y fría que resulte. Ya calentará el tiempo, ya asomarán los rayos, ya respiraré hondo sin que duela, ya nos pondrá el equinoccio en nuestro sitio. A ti. A mí. A la poesía.

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